Un grupo de emprendedores latinoamericanos radicados en Estados Unidos ha puesto la inteligencia artificial al servicio de los niños cuyos padres están destinados en lugares en guerra y sufren su ausencia o el miedo a perderlos.
“Hay más de tres millones de menores con alguno de sus padres en una guerra y la cifra aumenta cuando se cuenta a los padres que están desplazados en otro tipo de misiones militares”, aseguró el argentino Gustavo Lauria, uno de los creadores del proyecto “AI Buddy”, en una entrevista telefónica a Efe.
Todo comenzó cuando Lauria y su colega, el mexicano Marco Vega, que se declaran “pacifistas”, pensaron que si no podían detener las guerras, al menos debían intervenir de alguna forma.
Así, encontraron lo que ellos creen que puede ser una “solución parcial” y comenzaron a hablar con profesionales de la salud y también con desarrolladores digitales para configurar “AI Buddy”, un compañero virtual en forma de aplicación móvil para los niños en riesgo de trauma.
Lauria, con experiencia previa en publicidad, y Vega, en ingeniería, lanzaron en abril el prototipo de su “AI Buddy” con la esperanza de frenar posibles tragedias infantiles.
Como explicó Vega, “uno de cada cuatro niños con uno de sus padres desplazados a una guerra llega a considerar suicidarse”, cifra que según él significa “el doble” que en el resto de niños.
Para reducir esa alarmante cifra, detrás de este “amiguito virtual” habrá psicólogos profesionales y una completa información de datos familiares y aficiones virtuales que se aplicarán para dar una atención “personalizada” a cada niño.
La plataforma puede usarse “durante años”, dijo Lauria, quien consideró que la mejor edad para dejar de usarla es el paso a la universidad, cuando el menor “sale por primera vez del círculo familiar”.
Una vez en funcionamiento, AI Buddy estará preparado para cualquier tipo de eventualidad, desde el regreso a casa del familiar hasta la muerte del mismo en el conflicto bélico.
“En esa posición, se trata de que el niño no se encierre en sí mismo”, aseguró Lauria, quien apuntó que hay varios indicadores de ello y que el programa será capaz de detectarlos.
Se trata de indicadores psicológicos pero también físicos, como la medición del pulso de los usuarios, con la utilización de tecnologías “que están al alcance de la mano”, pero también de otras “más avanzadas”.
“Queremos llevar la inteligencia artificial a la gente normal”, insistió Vega.