Algeciras, historia de la vida después de la muerte que sembraron las Farc

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Las últimas víctimas del conflicto armado en el municipio de Algeciras fueron dos niños que al buscar un balón de fútbol en un platanal hicieron estallar un artefacto explosivo instalado por las Farc.

Uno de los menores murió y el otro quedó gravemente herido en el hecho que, irónicamente, ocurrió el 26 de septiembre de 2016, día en el que el Gobierno y la guerrilla firmaron la paz en Cartagena de Indias.

Y es que esa localidad del departamento del Huila, ubicado en el montañoso sur del país, es una de las que más sintió el cruento accionar de la insurgencia a lo largo de los 52 años de conflicto armado que protagonizó.

La razón es que fue allí en donde la temible “Columna Móvil Teófilo Forero” de las Farc realizó o planeó algunos de sus más sanguinarios golpes.

Es así como en la memoria de los colombianos aún persiste el recuerdo de la toma del edificio Miraflores en Neiva, la capital del Huila, en donde ese grupo secuestró el 26 de julio de 2001 a 15 personas.

También dejó atónitos a quienes lo vieron por televisión, el secuestro, por parte de un guerrillero de la Teófilo Forero, de un avión de la aerolínea Aires que aterrizó el 15 de septiembre de 2000 en plena carretera de San Vicente del Caguán, municipio del departamento de Caquetá, sede de los fallidos diálogos de paz entre la Administración del expresidente Andrés Pastrana y las arc.

“En lo personal me marcaron tres situaciones: La toma guerrillera de Algeciras, cuando yo a penas tenía 12 años y que me aterró porque los que la dirigían eran jovencitos; el asesinato de siete niños que colaboraban en actividades sociales con la Policía, y la incursión que acabó con toda una manzana del pueblo”, dijo a Efe el alcalde local, Javier Rivera Cortés.

En el poblado, un censo indica que 3.400 de los 30.000 habitantes son víctimas del conflicto armado. Sin embargo, para Rivera todos, incluido él, pueden considerarse afectados directos.

“A mis 47 años puedo decir sin temor a equivocarme que he vivido siempre en medio de la guerra. Mi abuelo fue asesinado en el comienzo de la confrontación, mi padre fue desplazado y han sido muchos los amigos y conocidos asesinados”, relató.

De lo anterior se desprende el hecho de que para los algecireños la paz sea la única manera de resolver el problema.

Ahora, cuando los guerrilleros dejaron de patrullar el pueblo e “imponer sus leyes” porque se desmovilizaron, y los fusiles por fin de callaron, Algeciras se considera un ganador.

Según Javier Rivera, hoy es posible que el soldado, el policía, el niño, el anciano, el campesino y el deportista se sientan tranquilos porque la Teófilo Forero dejó de existir.

La otrora lejana paz le regaló recientemente a la localidad la posibilidad de soñar con un futuro promisorio, en donde las tierras fértiles puedan de nuevo sembrarse porque ya no son la guarida de los insurgentes y el dantesco escenario del crimen.

Aunque la marca de la violencia puede resultar indeleble, los algecireños han decidido apostarle al progreso de la mano de los proyectos que traerá el posconflicto.

Uno de ellos es el Programa de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), a través del cual el Gobierno pondrá en marcha la Reforma Rural Integral pactada con las Farc.

La iniciativa, que cobijará a 170 municipios colombianos y que hoy presentará oficialmente el presidente Juan Manuel Santos en la localidad de Morelia, Caquetá, está pensada para cambiarle la cara en los próximos diez años a las zonas más castigadas por el accionar de la guerrilla.

Lo que se busca, explicó el alcalde, “es concretar las obras sociales, económicas y de infraestructura que nos fueron esquivas por culpa del enfrentamiento armado”.

En el caso de Algeciras, lo más importante será la reactivación del campo porque en esta parte de Colombia la economía gira en 94 % alrededor de la agricultura.

Por ello, pensar en concretar proyectos como los parques industriales del café, el cacao y las frutas, en la denominada “despensa agrícola” del Huila, hacen que renazca, al menos tímidamente, la ilusión de que Algeciras pronto empezará a sembrar vida en donde hasta hace algunos meses solo florecía la muerte.