Niñas afrodescendientes serán anfitrionas del papa Francisco el próximo domingo cuando visite un humilde barrio en Cartagena de Indias donde florece Talitha Qum, un programa que busca blindar desde la fe a pequeñas en riesgo por la violencia, la prostitución y las drogas.
Talitha Qum, que según algunas traducciones bíblicas significa en arameo “Contigo hablo, niña, levántate”, comenzó hace unos cuatro años en el patio de la casa cural del barrio San Francisco, el mismo que ha sido escenario de choques entre pandillas y donde unas 600 familias perdieron en 2011 sus casas por una falla geológica.
Una calle polvorienta que se estrella contra una cerca de metal que separa al barrio del aeropuerto Rafael Núñez, donde aterrizan a diario aviones repletos de turistas, da la entrada a este espacio que acoge a niñas y adolescentes de entre 9 y 17 años y donde entre carteleras y dibujos reinan las carcajadas, fragmentos de canciones y la alegría.
Este “es un programa de prevención para niñas y adolescentes en alto riesgo de vulnerabilidad, llámese explotación sexual, tráfico de personas, violencia intrafamiliar y barrial, consumo de sustancias sicoactivas”, explicó a Efe Blanca Nubia López, la religiosa que se ha convertido en el alma de este programa.
López, nacida en Medellín, ha batallado incluso con su congregación para permanecer en Cartagena y sacar adelante esta obra, convertida en un paraguas para estas niñas que además de sus estudios reciben a diario orientación y seguimiento de su desarrollo.
“Me ha servido para salir adelante, para construir mi proyecto de vida” y “para no dejarme vulnerar por mi color de piel, para no dejarme maltratar y saberme defender”, dijo a Efe Dayanis Paola Zabaleta, una joven menuda de 15 años pero bastante madura al hablar y que desde hace tres años se sumó a esta iniciativa.
Esta chica, la mayor de tres hijos y que está bajo el cuidado de una mamá que “con mucho sacrificio” es también papá, sueña con estudiar Administración Hotelera, aunque confiesa que antes de Talitha Qum se la “pasaba (permanecía) en la calle” y era “una niña sin sentido de la vida”.
El programa “también me ha servido para perdonar a mi papá”, porque “no ha sido el mejor hombre de la vida, pero yo lo quiero”, afirmó Dayanis, que deja caer la mirada al recordar que no ha vivido con su papá y que no la acompañó a celebrar sus 15 años.
También a su corta edad es consciente de que en Talitha Qum ha aprendido a valorar su color de piel, su cabello y a no dejarse discriminar en una ciudad de “constrastes”, donde, como señala la hermana Blanca Nubia, aún existen “barreras invisibles”.
“La ciudad amurallada -como se conoce en el país a Cartagena- es muy linda, construidas las murallas por esclavos traídos de África que entregaron allí su vida, que los obligaban al trabajo”, relató la religiosa a Efe.
Y lamentó que en la actualidad en los barrios marginados de la ciudad existan “murallas invisibles”, como “la pobreza, abandono del Estado, prostitución, consumo de sustancias sicoactivas, violencia intrafamiliar y barrial, descuido del medioambiente”.
“Es necesario empezar a derrumbar esas murallas y la responsabilidad social no es solamente del Estado, todos tenemos obligación y estamos llamados a apostarle a la dignidad humana”, agregó esta mujer con 34 años en la vida religiosa.
Ya sobre el papa, cuya llegada a esta ciudad colombiana mantiene inquietas a las niñas de Talitha Qum quienes ensayan canciones y tratan de imaginar cómo será saludar a su visitante, la hermana Blanca consideró que es algo “muy grande para nosotras y de manera especial para el programa”.
“Eso significa paz, esperanza, reconciliación, significa hacer visibles a los invisibilizados, a los que no tienen rostros y eso es lo que pasa en la mayoría de las periferias de nuestras ciudades, especialmente en esta ciudad turística de Cartagena”, añadió esta mujer, que revisa minuciosamente los detalles para tener todo listo.
Así, cuando el papa aterrice el próximo domingo en esta ciudad caribeña, tendrá como anfitrionas a 70 alegres niñas beneficiadas por esta obra que ya cuenta con una segunda sede en el barrio La María y es respaldada por casi 25 personas, entre profesionales de planta y voluntarios, que extienden su mano para que, como en el pasaje bíblico, se levanten.