Colombia desafía sus traumas en una exposición en Francia

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Sus techos altos y muros gruesos de ladrillo rojo albergan conmovedoras obras procedentes del Museo de Antioquia de Medellín.

Entre ellas, sobresalen las de los consagrados Francisco Antonio Cano (1865-1935), Fernando Botero (1932) y Miguel Ángel Rojas (1946).

Pero también figuran nombres emergentes como Marcos Ávila Forero (1983), Christina Castagna (1975), Santiago Vélez (1973), Delcy Morelos (1967) y Libia Posada (1959), entre otros.

Pintura, fotografía y vídeo-instalaciones invaden 800 metros cuadrados del matadero y conducen al espectador desde la Colombia de inicio del siglo XX hasta la de nuestros días.

Una de las piezas más célebres en exposición es la fotografía el “David”, de Miguel Ángel Rojas. Rojas retrata con su cámara a un joven soldado colombiano de 18 años en una pose casi idéntica a la de la escultura del “David”, del renacentista Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564).

Solo que el “David” de Rojas, realizado a mediados de los 2000, tiene una parte de la pierna amputada por culpa de una mina anti-persona.

“Es una víctima de la confrontación de las dos Colombias”, explicó desde Toulouse (a 680 kilómetros de París) el autor, en alusión al largo conflicto que enfrentó durante décadas a las facciones campesinas y revolucionarias contra el Estado colombiano y grupos paramilitares.

Esta imponente fotografía de dos metros de altura y revelada en blanco y negro ha creado sensación.

La tiene el Moma de San Francisco y coleccionistas como Elthon John, contó a EFE Rojas, quien también expone otra de sus emblemáticas obras, “Medellín New York”, en la que imprime el nombre de ambas ciudades en hoja de coca y billetes de dólar triturados.

“Mi obra es autobiográfica, tuve la mala influencia de las drogas. Para salir de ellas tuve que cambiar de grupo social”, reconoció Rojas, cuyo país está especialmente desgarrado por el tráfico de estupefacientes.

La esperanza que se asoma en el país después del histórico acuerdo de paz firmado en 2016 entre Gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC, que puso fin a un conflicto armado de medio siglo, aún no se palpa en la muestra de Toulouse.

La fragilidad de la vida en el país latinoamericano sí que está presente en obras como la angustiante “MSNM”, de Christina Castagna, quien muestra una mujer que se hunde en unas aguas irremediablemente.

El horror de la muerte violenta se plasma en otros trabajos como los de Delcy Morelos, cuya escalofriante instalación “La Sombra Terrestre” (2007) refleja “el dolor que se produce con un hecho violento”.

Se tratan de 60 metros de una pared de telas muy finas teñidas de acrílico rojo que zigzaguean y construyen una especie de laberinto. “Tiene una textura muy acuática, da sensación líquida” de la sangre, explicó la autora.

Junto al cuadro “El Beso de Judas” (2010), del reputado Botero, la obra más emblemática de la exposición es el lienzo “Horizontes” (1913), de Francisco Antonio Cano, que viaja por primera vez fuera de Colombia y que condensa el espíritu de conquista del antioqueño.

Otra de las piezas que más llama la atención es la de Libia Posada, médica de formación. En sus “En puntos cardinales” (2010) hay una serie de fotografías con personas con las piernas tatuadas.

En ellas, la autora denuncia que “el cuerpo es un territorio donde se expresa lo social, cultural y político” en un país con una grave fractura entre el campo y la ciudad.

Para la venezolana Nydia Gutiérrez, directora artística del Museo de Antioquia de Medellín, “la desigualdad” social late en muchas de las creaciones artísticas expuestas en Toulouse, junto “a la explotación de recursos”, “el racismo” y “la lucha por la tierra”, todos ellos problemas que Colombia arrastra desde hace tiempo, informa Efe.

Paralelamente a “Medellín, una historia colombiana”, el matadero de Toulouse inauguró también este fin de semana la muestra “Survival Art”, de la enigmática artista textil de origen cubana Carmen Lydia Djuric, conocida como “Hessie”.