Desde la casa de Héctor Jojoy, en el departamento del Nariño se vislumbra, una pantalla verde en lo alto de la colina que bien podría ser de cine, pero se trata de un “atrapanieblas” casero que le ayudará a conseguir agua potable sin dañar el medio ambiente.
El “atrapanieblas” apenas lleva dos días en pie, instalado por diez personas procedentes de Colombia, México, Honduras y Brasil que participan en el Laboratorio de Innovación Ciudadana por la Paz que concluye mañana en Pasto, la capital de Nariño.
En este laboratorio, unas 120 personas con alrededor de diez proyectos buscan soluciones concretas a problemas de las comunidades de la zona afectadas por el conflicto armado colombiano.
Esta instalación, en casa de Héctor Jojoy, de cuatro metros de largo y tres de alto, está hecha a base de una tela de malla, unos tubos de PVC, un filtro y un contenedor al que va a parar el agua recogida.
“En un día óptimo, con unas doce horas de niebla, se puede recoger entre 10 y 15 litros”, adelanta Germán Mueses, uno de los integrantes del proyecto.
Mueses es uno de los creadores del proyecto que, según cuenta, nació en una cafetería en la universidad “hablando con los compañeros”.
Más tarde recibieron la ayuda de un profesor y empezaron a hacer los cambios que engendraron la idea del “atrapanieblas”, un sistema de obtención de agua que es usado también en países como Chile y Perú.
“Es un sistema de bajo coste, que no necesita energía y ayuda a combatir la contaminación hídrica”, asegura este joven colombiano.
Mueses destaca que el valor de este proyecto va más allá de la construcción del “atrapanieblas”, provocando una mayor “integración” en la comunidad.
Para la también colombiana Laura González, lo que dista de los proyectos del Laboratorio con otros de cooperación más tradicional es que “se trabaja mucho más con la comunidad”.
“Es importante trabajar con las comunidades, porque nosotros nos vamos y la instalación puede dañarse, por lo que es imprescindible que ellos se apropien” del proyecto, afirma.
En ese sentido, González subraya que esta iniciativa no surge “del Estado ni de una institución” y agrega: “somos gente que podemos hacer cosas”.
“Es una buena idea, así me evito traer el agua de otra parte y hacer la inversión que es más costosa que comprar unos 10 ó 20 metros de malla”, cuenta Jojoy, el primero de su comunidad en tener esta instalación que, según dice, ya ha captado el “interés” de otros vecinos.
Cuando los jóvenes del proyecto contactaron con Jojoy, no se lo pensó y dejó que instalaran el “atrapanieblas” donde consideraran que sería mejor para obtener el agua.
“Haciendo esto, tenemos agua sin contaminar a los demás”, zanja el campesino.