Somos lo que tú necesitas”, – ¿y a ti quien te dijo que yo necesitaba algo?, dicotomía simpática que supone la consultora política de hoy, llamativa disciplina en la que hay más oferentes que demandantes.
Es simple, estamos frente a una venta de servicio, tiempo de calidad; asesorar candidatos, partidos políticos y organizaciones en estrategias, marketing, relaciones públicas y campañas electorales, se ha vuelto una tarea llamativa sin regulación, donde cualquiera se abroga la posibilidad de cumplirla.
Ha hecho carrera que para ser consultor, se usa la experiencia ayudando clientes para ganar elecciones, promover políticas específicas o mejorar la imagen pública, combinando ingredientes de ciencia política, psicología, sociología, comunicación y marketing, ¿parece fácil verdad?, no lo es, demanda pasión, aguante, resistencia o constante polémica, incluso con uno mismo.
Lo cierto del caso es que además de complejo es entretenido; un oficio con muchas personas dedicadas a hablar en exceso de si mismos; sus bondades, sus logros, su ego, su vanidad y sus beneficios… un afán loco por decir: “para los que están buscando…”, cuando nadie está buscando nada, la gente tiene objetivos claros y aquí no hay más, se aconseja para ganar.
Como si se tratara de estrellas de cine, hay afán de reconocimiento, mostrar la labor como una dinámica fenomenal de viajes, hoteles, playa, brisa y mar, de hecho se vale, lo que no se ve, es el aguante de la condición humana en su máximo esplendor.
El que quiera adentrarse en esto, que tenga paciencia y resistencia, que esté dispuesto a esperar, que soporte incumplimiento, inestabilidad emocional de autoproclamados líderes, que no crea en vendedores de pacotilla diciendo: “este es el futuro y aquí todos somos cool”, que estudie, pierda plata y tiempo sentado, mientras todos pasan por su lado encerrados en burbujas frágiles de poder estéril.
Una vez todo esto, viene el éxito, a veces tarde pero satisfactorio… no es un jardín de rosas, lo cierto es que en el mercado hay de todo y para todos los gustos, ahora hay instituciones que en 120 horas gradúan gente de la nada y esto no se resuelve con un curso, seminario, diplomado, charla, simposio o congreso, “hay que tomar tragos amargos sin hacer gestos”, seguir enseñando incluso a los que no quieren aprender.
Por FREDDY SERRANO DÍAZ
Estratega Político