Hacer es más importante que hablar, hay que dosificar acciones concretas, demostrar compromiso y resultados, disminuir tantas palabras.
La naturaleza humana lucha contra una necesidad propia de reconocimiento, resulta evidente la búsqueda de validación y apoyo emocional para reforzar la autoestima, algo más notorio entre quienes participan de las dinámicas políticas.
Profesar liderazgo tiene consigo un deseo de ser visto, unas incontenibles ganas de mostrar en exceso y que hace de los políticos, verdaderas máquinas de conversación excesiva en primera persona: “hiperpersonalismo”.
Nuestros dirigentes, indistintamente de su ideología, a menudo se sienten obligados a hablar por estar bajo escrutinio, enfrentan la presión de ser claros con sus acciones, decisiones y planes, por lo general intentan abordar una amplia gama de temas y así cumplir promesas electorales, mantener amigos contentos y dejar una marca en la sociedad.
Nada mas arriesgado para caer en la dispersión desenfocada de cualquier realidad, muchas veces parecen vivir en mundos paralelos, están sumergidos en dinámicas burocráticas y luchas partidistas, quieren estar en todo, obviando lograr resultados concretos.
En el afán de ser vistos el ego es “el enemigo”, la arrogancia y falta de empatía enceguecen las limitaciones propias, impiden la autocrítica y el aprendizaje, el error: involucrarse en asuntos que podrían estar fuera de su ámbito de responsabilidad o competencia, áreas donde su participación no es necesaria o apropiada.
La política se simplificó complicando a sus actores, esos que se niegan a salir de contexto, a dejar de buscar tribuna para participar en cuanto debate y así cumplir el afán de figurar.
Hacer es más importante que hablar, hay que dosificar acciones concretas, demostrar compromiso y resultados, disminuir tantas palabras… “El que es poderoso cuando dice que lo es, deja de serlo”.
Por: Freddy Serrano Díaz
Estratega Político