Reconozcamos el papel de acompañantes y familiares de los líderes políticos, es momento de dignificar su papel, contribución y gestión social.
Antes que estar con nosotros, los mandatarios han decidido estar del lado de sus compañeros de vida, sus familiares, esos que hacen parte excepcional del equipo y a los que nunca podremos desconocer.
De manera poco justa la sociedad latinoamericana ha castigado de un tiempo para acá, la representatividad que tienen esposas o esposos de líderes y lideresas, como si sus obligaciones se remitieran exclusivamente al cuidado del hogar.
No tienen un rol oficial en la estructura gubernamental pero participan en obras sociales y promoción de causas benéficas, además de soportar la presión emocional de personas agobiadas por el ruido de gobernar, tarea nada sencilla.
Sin defender lo indefendible, es decir lujos, despilfarro o posible abuso de autoridad, son más que responsables de la gestión social; son esposas y esposos, papás y mamás, amigos, amantes, confidentes, cómplices, aguantan la defectuosa condición humana que acompaña a un gobernante.
No de otra manera se entiende que dediquen su vida a escuchar extenuantes y aburridas charlas de política distantes del entretenimiento, lidian el estrés propio del ejercicio democrático; sortean ego, vanidad, soberbia, ínfulas y delirio de persecución.
Hay razones suficientes para dignificar su papel, nos guste o no, lejos de recomendar amigos o compadres para emplearlos, llegó el momento de que tengamos “el mejor gesto”, reconocer la representación formal y permitir que asesoren en temas específicos.
No es cierto que su papel no es fundamental, aguantan y esto no es ápice para la ostentación del abuso, es simple: “Debemos dejarles jugar, sin juzgar”.
Por: Freddy Serrano Día
Estratega Político