A la pasmosa coincidencia de fechas entre el terremoto de 1985 y el del pasado martes, que provocaron escenas parecidas de caos y solidaridad en Ciudad de México, se suma la similitud de los casos de “Monchito” y “Frida”, que tuvieron al país en vilo hasta que se reveló la triste realidad.
El niño Luis Ramón “Monchito” y su abuelo quedaron sepultados en las ruinas de una vecindad en el barrio capitalino de La Merced a causa del poderoso sismo de magnitud 8,1 que sacudió el país la mañana del 19 de septiembre de 1985.
Al cabo de varios días de búsqueda frenética, equipos de rescate de diversos países, así como de la Marina de México, determinaron que ya no quedaba nadie vivo bajo los escombros del inmueble.
No obstante, miembros de un cuerpo de voluntarios civiles que llegaron al lugar aseguraron que detectaban señales de vida, lo que provocó una oleada de esperanza de una nación que, en medio de la tragedia, enfocó su atención en el rescate del menor.
Se escuchaba a los rescatistas dar instrucciones al supuesto sobreviviente, a quien le pedían responder con golpes a las preguntas que le hacían. Así determinaron que se trataba de “Monchito”.
Los periodistas presentes se encargaron de amplificar con mayor o, más frecuentemente, menor fidelidad lo que escuchaban, en círculos concéntricos que se extendieron más allá de las fronteras del país.
El entonces presidente Miguel de la Madrid ordenó que se mantuviera la búsqueda a toda costa, mientras los padres de Luis Ramón se aferraban a la esperanza, al igual que el resto de la sociedad mexicana.
Pero todos los esfuerzos por llegar al niño fueron en vano, y finalmente las tareas de rescate terminaron tres semanas después. Una pesada losa de tristeza e incredulidad cayó sobre el ánimo de familiares y mexicanos en general.
Se llegó a decir que “Monchito” nunca existió, o que los esfuerzos por rescatarlo no fueron otra cosa que una pantalla para hurtar bienes de la vivienda derruida. Algún experto ofreció una explicación cuando menos plausible: “histeria colectiva”.
Un caso similar ha surgido 32 años después con la historia de “Frida”, que había acaparado la atención general y centrado las esperanzas de buenas noticias en medio del nuevo desastre en el que hasta ahora han muerto 273 personas, mientras un centenar se halla desaparecidos.
Rescatistas comandados por la Marina se esforzaban por llegar a esta menor, presuntamente atrapada entre los escombros del Colegio Enrique Rébsamen, que se desplomó en el sur de la capital a causa del terremoto del 19 de septiembre, pero de 2017.
El oficial mayor de la Secretaría de Marina, almirante José Luis Vergara, dio el miércoles por la noche detalles de dónde se encontraba la niña y de la estrategia para llegar a ella.
Pero el subsecretario de Marina, Ángel Enrique Sarmiento, dijo que los expertos que trabajan en el lugar están “seguros de que no fue una realidad” la existencia de la menor.
“Hemos hecho un conteo con la dirección de la escuela y tenemos la seguridad de que todos los niños o fallecieron, están en los hospitales o a salvo en sus casas”, declaró.
Apuntó que existen dudas sobre una persona de intendencia que posiblemente se encuentra viva entre los escombros.
Lo insólito de la historia de la niña “Frida” es que se refirieron a ella por nombre no solo funcionarios de primer nivel de la Marina, sino el propio secretario de Educación, Aurelio Nuño, así como todos los medios de comunicación que seguían de cerca las labores de rescate.
El oficial mayor Vergara dio a su vez una versión ligeramente distinta a la de Sarmiento. Aseguró que “hay vida” bajo los escombros de la escuela, y no sabe si se trata de un adulto o de un menor.
Sobre “Frida” aseguró que crecía la “gran duda” de su existencia, pues no había una familia que la reclamara.
“Pero estamos en una crisis. Quizás los padres estaban atrapados en otro lado. Son hipótesis”, remarcó. Acaso la explicación psiquiátrica sea nuevamente la más creíble.
Entre las múltiples coincidencias entre los terremotos del 19 de septiembre de 1985 y 2017 los nombres de “Monchito” y “Frida” han quedado de esta forma unidos como símbolos de la esperanza de encontrar vida entre los escombros de los edificios destruidos, informa Efe.
Un centenar de personas están todavía desaparecidas y los equipos de rescate persisten en las tareas para encontrar vida bajo las ruinas.