El hambre sigue aumentando en África, donde lo sufre un 20,4 % de la población.
Los niveles de hambre se mantuvieron preocupantemente altos en 2023 por tercer año consecutivo, con alrededor de 733 millones de personas subalimentadas de forma crónica en todo el mundo, según un informe divulgado este miércoles por cinco agencias de Naciones Unidas.
El informe sobre “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo”, presentado en Río de Janeiro, coincidiendo con las reuniones ministeriales del G20, muestra un escenario global alarmante en el que una de cada once personas pasó hambre el año pasado.
El hambre sigue aumentando en África, donde lo sufre un 20,4 % de su población, se estabiliza en Asia (8,1 %) y experimenta progresos en Latinoamérica (6,2 %), salvo en la región del Caribe.
“En África, los conflictos han aumentado y el acceso a financiación se ha visto reducido enormemente”, explicó a EFE Máximo Torero, economista jefe de la agencia de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Guerras, catástrofes climáticas y crisis económicas
El mundo ha retrocedido 15 años en la lucha contra el hambre, con niveles de subalimentación comparables a los de 2008-2009, al calor de las guerras, la crisis climática, la pérdida de poder adquisitivo corroído por la inflación, la falta de financiación y la creciente desigualdad social.
Estos fenómenos, en especial las guerras, las catástrofes climáticas y las crisis económicas, “son cada vez más frecuentes y graves”, alerta el informe.
Los estragos de la pandemia de covid-19 permanecen. Hoy, hay 152 millones de personas más que pasan hambre en comparación con 2019.
Entre 2022 y 2023 sí hubo avances en los índices de retraso en el crecimiento y la lactancia materna exclusiva, pero el acceso a una alimentación adecuada continúa siendo una quimera “inalcanzable” para muchos.
El año pasado, alrededor de 2.330 millones de personas, es decir, casi un tercio de la población mundial, se enfrentó a una inseguridad alimentaria moderada o grave, prácticamente el mismo nivel que se alcanzó durante la crisis del coronavirus.
“La pandemia ha exacerbado mucho las desigualdades“, apuntó Torero.
Se necesita financiación, también del sector privado
El informe de este año pone el énfasis en la necesidad “urgente” de “una financiación mayor y más rentable, con una definición clara y estandarizada” en pro de la seguridad alimentaria y la nutrición, especialmente en los países pobres.
“Se necesita invertir más y hacerlo de manera más inteligente. Las inversiones no deben venir solo de los Gobiernos; también del sector privado, que esperamos que tenga una parte en esta lucha contra el hambre y la pobreza rural”, apuntó a EFE Rossana Polastri, directora regional del FIDA para América Latina y el Caribe.
No cubrir ese déficit de financiación tendrá consecuencias “sociales, económicas y medioambientales” que requerirán soluciones que también costarán varios billones de dólares.
Y las previsiones a futuro no son alentadoras.
Si se mantiene la tendencia, “582 millones de personas estarán crónicamente subalimentadas en 2030, la mitad de ellas en África”, alertan la FAO, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo para la Infancia (Unicef), autores del estudio.
Una cifra muy alejada del objetivo de cero hambruna marcado para ese año.
Para acercarse a esa meta que hoy parece imposible, Brasil, que ostenta la presidencia rotativa del G20, lanza este miércoles una Alianza Global contra el Hambre con la que pretende acabar con esta lacra a través de una mejor coordinación y una mayor inversión.
EFE