Me pinto a mí misma porque soy lo que mejor conozco”, llegó a decir Frida Kahlo, y en referencia a esta frase, el Museo Dolores Olmedo de Ciudad de México presenta una exposición que muestra cómo logró convertirse en un icono a través de la expresión de su mundo interior.
Con el reto de ofrecer una nueva perspectiva sobre Kahlo (1907-1954), el museo capitalino expone 36 creaciones para mostrar a la gente “cómo ella, a lo largo de su vida, fue construyendo su imagen como mujer, como artista, y cómo esto se plasma a través de su obra”, dijo a Efe la curadora de la muestra, Josefina García.
Así, a partir del próximo 6 de julio -coincidiendo con la fecha de nacimiento de la artista hace 110 años- y durante tres meses, el Dolores Olmedo volverá a acoger su colección de Kahlo, que lleva dos años fuera de México, recorriendo museos de EE.UU., Corea del Sur y Rusia.
La exposición, que evita seguir una línea cronológica, abre con una fotografía de gran tamaño de Kahlo tomada por su padre, Guillermo, en la que se la ve sentada, sujetando un libro y con un sobrio vestido negro.
Esta instantánea contrasta con la que le responde desde la pared de enfrente: una colorida fotografía tomada por Nickolas Murray en la que la pintora aparece, delante de un floreado fondo verde, con uno de sus vestidos de tehuana y el cabello recogido y adornado con flores.
Y es que Kahlo “generó su propio estilo pictórico y su propia manera de ser”, en contraposición con los artistas de la época que estuvieron fuertemente marcados por el nacionalismo mexicano o se inscribieron en corrientes como el surrealismo, el muralismo o el simbolismo, explicó García.
Óleos, dibujos, vestidos y frases de su diario conforman un recorrido que ilustra los temas a los que volvía una y otra vez, entre ellos la dualidad entre la vida y la muerte, el dolor, la sexualidad.
“Si pudiéramos tener una exposición de las más de 200 obras que produjo a lo largo de su vida, bastaría verlas para entender toda su historia”, aseguró la también directora de colecciones y servicios educativos del museo.
Entre las curiosidades de la muestra está un dibujo que la artista regaló a la actriz Dolores del Río: una vista de Nueva York en la que los edificios de la ciudad asoman por la ventana abierta de una habitación.
También se expone el reverso del óleo “Retrato de la niña Virginia”, tras el cual Kahlo trazó el boceto de “Autorretrato con aeroplano”, obra que en el 2000 marcó el hito de ser la obra latinoamericana subastada a un mayor precio.
El recorrido cierra con dos obras relacionadas con el trágico choque entre un tranvía y un autobús que sufrió a los 16 años y que le fracturó la espina dorsal y un pie.
Fue un evento traumático que supondría un punto decisivo para Kahlo -quien hasta ese momento quería dedicarse a la medicina-, dado que, tras un año de estar convaleciente en la cama, empezó a pintar “por aburrimiento”, según decía.
Aunque no llegó a realizar ningún óleo propiamente sobre el accidente, con “El camión” reflejó los momentos previos a la tragedia. Asimismo, hizo un boceto sobre el caótico choque que supone la última pieza de la exhibición.
En una rueda de prensa, García señaló que volver a la figura de Kahlo y hacer una relectura sirve para rellenar “pequeñas lagunas informativas que todavía tenemos”.
Pese a toda la información que se tiene de ella, defendió, para los curadores la artista puede convertirse en un “personaje complicado”, informa Efe.
“Pensamos que conocemos todo el personaje y cuando lo trabajas a profundidad te das cuenta de que no es real”, aseveró.