Las sombras de los escándalos y las altas expectativas de los fans no dibujaban un panorama muy certero para Luis Miguel, pero el cantante logró anoche superar su prueba de fuego, el inicio de su gira en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México, aferrado a esos grandes éxitos que hicieron de él un ídolo.
Tras media hora de espera, el artista apareció, enfundado en su clásico traje, sobre el escenario capitalino, precedido de un juego de luces y sonido en el que la mera proyección de su silueta afilaba la emoción de los asistentes.
El Sol de México, como es conocido, se puso de perfil y se tomó su tiempo para saborear los gritos y aplausos de su público, que demostró la fidelidad a su ídolo a pesar de los puntos bajos que ha experimentado en los últimos años.
Los nubarrones de los malos momentos -fueron muy sonados los abandonos de sus conciertos a finales de 2015, así como los escándalos por varias demandas- se fueron borrando a lo largo de las más de dos horas y media de espectáculo que el cantante ofreció a las 10.000 personas que llenaron el Auditorio, lugar en el que tiene programados otros once conciertos.
El arranque con “Si te vas” fue el comienzo de una retahíla de canciones conocidas entre las que el cantante incluyó “Amor, amor, amor”, “Por debajo de la mesa” y “Tres palabras”.
“¡Muy buenas noches!”, saludó Luis Miguel ya bien entrado el concierto.
“Tenía dos grandes motivaciones para regresar a los escenarios: uno es la música y el otro es ustedes”, continuó el cantante, quien, emocionado, agradeció al público haberle dado “tanto cariño durante tantos años”.
Luis Miguel hizo gala del hermetismo al que sus seguidores están acostumbrados -no concede entrevistas a los medios ni se prodiga por las redes sociales- y no volvió a dirigir unas palabras a los asistentes.
Estos, no obstante, disfrutaron cada uno de los movimientos del artista y sus breves bailes, así como las numerosas veces en las que se acercó al borde del escenario para dar la mano a los fans de las primeras filas y recoger las flores que le ofrecían.
El Luis Miguel más seductor -aunque en ocasiones rozando lo caricaturesco- se hizo visible en un bloque en el que estuvo acompañado únicamente del piano, con el que interpretó “La barca”, “Se te olvida” y “Contigo en la distancia”.
Tras esto, sobre el escenario apareció la imagen de la bandera de México y la de la pirámide de Chichen Itza, para dar paso a un segmento en el que interpretó algunos de las canciones de “¡México por siempre!”, la producción que da nombre a su gira y con el que rompió siete años de silencio discográfico.
Arropado por los mariachis, Luis Miguel cantó temas emblemáticos de la canción mexicana como “Serenata huasteca”, “El siete mares” o “No discutamos”.
Para cerrar la noche, el cantante continuó con los “medleys” de éxitos, y retrocedió en el tiempo hasta llegar a sus inicios con “Isabel”, “Ahora te puedes marchar” y “Cuando calienta el sol”.
Una nube de confeti blanco dijo adiós al artista, quien se hizo rogar y esperó varios minutos hasta que reapareció para regalar una rockera versión del “Cucurrucucú paloma”.
“Gracias a todo mi público. A todos mis fans, los quiero”, se despidió antes de abandonar el escenario.
“Luis Miguel no cambia, sigue siendo fabuloso”, comentó a Efe Mercedes, una de las asistentes que después del concierto no tardó en comprar un DVD con uno de los espectáculos del cantante.
La capitalina consideró que el artista ha intentado regresar “a esos tiempos en los que era el Sol todavía” y ha logrado mantener “el mismo nivel de voz”, mientras que su marido, Sergio, defendió que se ha mostrado “más humano, más cercano a la gente”, informa Efe.
“Tenemos Luis Miguel para rato”, sentenció Mercedes, para quien el divo sigue en plena forma. “Será que soy fan -se disculpó-, pero lo ví guapísimo”.